TERCER ACTO DE LA CENITA DE MARRAS

De repente, me viene a la mente toda la gente que se muere de hambre en el mundo…
Estoy deseando que me traigan el postre para salir pitando de allí.
Mi mala conciencia culpable se desvanece cuando pruebo el postre que me traen, junto con su insoportable e inevitable descripción.

... Es soberbio, delicioso,…
No quiero que se acabe.
Es un verdadero placer para todos mis sentidos,... exceptuando el común y el del humor. Todos los pobres que pasan hambre en este injusto mundo se han ido; no están; no existen. En mi cabeza sólo mandan mis sentidos, y se lo están pasando de miedo.
Contradicciones del contradictorio ser que se hace llamar humano.
(Ahora viene el momento de hablar de la cuenta, pero me lo saltaré hábilmente. Es una herida aún abierta)
El balance final es que la cena de marras, en lugar de proporcionarnos una satisfacción total, nos deja moralmente un poco hundidos. Cuando por fin salimos de aquel maravilloso infierno, en lugar de reírnos a carcajadas de las situaciones vividas, caminamos un buen rato en silencio.
Lo peor de todo es que nos hemos quedado con hambre.

2 comentarios:

Lidia dijo...

Pues yo conozco un bar en el Raval donde la clientela es mayoritariamente albañiles y obreros varios, y te hacen un pedazo de plato de frijoles con plátano frito que tanto tu estómago como tu alma se sienten en paz con el universo ;-D

Anónimo dijo...

¡...Tú sí que sabes! :-)

Hace dos años que vivimos esa pesadilla, y aún no se me ha olvidado...

Quizás los frijoles con plátano frito es el medicamento que necesito para que cicatricen mis heridas gastronómicas...

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