PROHIBIDO A LOS HOMBRES, capítulo II


Sí, lo sé, debía estar en la luna...

Yo tenía entendido que una ecografía era una prueba que se les hacía a las embarazadas para echarle un vistazo al feto, comprobar que todo sigue su curso, tranquilizar a los padres, y de paso averiguar su sexo, si es que se dejaba. Había visto en la tele infinidad de veces a señoras boca arriba con barrigas abultadas y brillantes por las que se paseaba un aparatejo conducido por una sabia mano profesional. Y al lado había una pantallita en la que se supone que aparecía la borrosa imagen del niño, imagen que hacía emocionarse a los padres. Eso de ver es mucho decir; en realidad, sólo los padres son capaces de intuirlo, no sé si por ilusión o por sugestión: siempre enseñan la típica foto de la ecografía en la que no se distingue absolutamente nada –más bien diría que parece un mapa del tiempo lleno de borrascas-, pero ellos juran y perjuran que aquella mancha oscura es la cabecita, o que aquellos rayotes es un bracito. En cualquier caso, siempre había pensado que la ecografía era exclusivamente para embarazadas, y además una prueba bonita porque permitía conocer al retoño antes de nacer. Pero la ignorancia de esta mujer de letras en temas médicos es como un profundo y oscuro lago. ¿Cómo iba a saber que existen otras formas de realizar una ecografía?
Me enteré demasiado tarde...

(continuará)

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