ASÍ QUE LO IMPORTANTE ES EL INTERIOR, ¿NO? PREGUNTÁDSELO A ESTA CASA... HOY: "ALMAS EN PENA"

Todos los lugareños daban por hecho que la decrépita mansión del malogrado duque de la Sorna estaba abandonada desde que su indigno heredero, un sobrino borrachín y pendenciero, había desaparecido de la noche a la mañana, dejando tras de sí una larguísima estela de deudas.

Pues abandonada sí que estaba, pero deshabitada, lo que se dice deshabitada, no.

De hecho, la actividad en su interior era frenética: voraces polillas habían invadido los armarios y atacaban sin piedad todo tipo de ropa. Por su parte, las termitas se afanaban en acabar con el vetusto mobiliario y las vigas que a duras penas sustentaban la decadencia del caserón; y por si fuera poco, más de una rata se paseaba descarada, y no precisamente por la biblioteca.

Pero quien no tenía ni un minuto de respiro era el espíritu del propio duque, venido forzosamente de su eterno descanso para castigar la desidia de su díscolo sobrino. Tras retenerlo a la fuerza en la ruinosa morada, se entretuvo en torturarlo psicológicamente durante días, chillándole inmisericorde: “¡Fantasma, que eres un fantasma!”, mientras el sobrino, entre mujeriles lloriqueos, aún tenía fuerzas para espetarle, no sin razón: “¡Fantasma tú!”.

La situación se hizo tan insostenible que una noche el duque decidió consultar con esa almohada que tantas veces le había ofrecido sabios consejos cuando estaba vivo, para recibir de ella un desenlace a la altura de las circunstancias.

La almohada no le falló: a la mañana siguiente, el señor duque la utilizó para estamparla por sorpresa contra el rostro del majadero de su sobrino y apretar con incorpórea firmeza, hasta que dejó de patalear.

Desde aquel aciago día, tío y sobrino, convertidos ya en iguales, no dejan de perpetrarse espectrales jugarretas con el objetivo de hacerse la muerte imposible.