ESTOS DÍAS SIN INTERNET ME HAN INSPIRADO PARA ESCRIBIR UNA DE ESAS HISTORIAS RARITAS... HOY: "EL ANILLO"

No era de oro, pero sí muy brillante. Desde luego, aquel anillo nacido como una seta justo en la base del frondoso sauce no pasaba desapercibido. De hecho, poca era la gente que no le prestaba atención: muchos hacían un alto para mirarlo con mayor detenimiento, y hasta algún osado se había atrevido a tenerlo en sus manos, pero paradójicamente nadie se apropiaba de él. Tras estudiarlo con sorpresa, todos lo volvían a depositar en la tierra y se marchaban, no sin cierto pesar en la expresión.
El anciano señor Gregorio, sentado de buena mañana en un banco del parque, contemplaba desde su privilegiado puesto de observación la insólita escena que se repetía una y otra vez frente a él. No sólo se lo estaba pasando en grande al verse agradablemente alterada su rutina cotidiana, sino que incluso le acabó picando también el gusanillo de la curiosidad; se sentía incapaz de regresar a casa sin saber qué demonios estaba sucediendo.
El señor Gregorio se levantó pues y se aproximó al sauce. Se sirvió de su tronco como punto de apoyo y se agachó para recoger la refulgente joya. Ante sus ojos apareció una pieza ancha y plateada con miles de piedrecitas incrustadas, parecidas a diamantes. El anciano ignoraba si eran piedras preciosas o bisutería, pero en cualquier caso se trataba de un trabajo esmerado y delicado.
Ya estaba a punto de llevárselo como obsequio para su presumida nieta cuando su tacto notó una hendidura en la parte interior. Descubrió entonces unas letras minúsculas que su cansada vista se obstinó en descifrar tras un ansioso estudio…
Las cinco palabras que consiguió leer bastaron para comprender la actitud de todos los paseantes, para desechar la idea de regalar la joya a su nieta, y para plantarlo de nuevo al lado del sauce.
Mientras regresaba a casa estupefacto, no dejaba de pensar en quién se habría tomado la molestia de grabar en la parte interior un mensaje muy claro:
“Suétame; pertenezco a este árbol”.