Simonetta Rescoldi no podía salir a cantar. Por más que había ensayado la ópera mil millones de veces y sabía su hermosísima y potente voz en perfectas condiciones, permanecía petrificada tras el telón como una trémula estatua de aliento entrecortado ante el intenso fragor de los aplausos previos al inicio de la obra.
Mientras su compañero aparecía frente a los espectadores con aplomo y daba inicio a una brillante interpretación, Simonetta temía el paso del tiempo que la acercaba inexorablemente a la abismal negrura del escenario. Se veía a sí misma desnuda, vulnerable delante de desconocidos hostiles dispuestos a evaluar una voz repentinamente hecha cenizas, y sólo deseaba echar a correr y huir de su propia angustia para evitar mostrar un miedo capaz de hundir su fulgurante carrera.
Pero de improviso, en medio del nervioso ir y venir de los empleados del teatro que entre bambalinas daban vida al espectáculo, Simonetta avistó una conocida cabeza de pelo grisáceo perteneciente a la única persona que podía ayudarla. Por fin su psicoanalista había llegado.
Como siempre le sucedía al ver a aquel hombre de rostro plácido y tranquilizador, Simonetta empezó a respirar acompasadamente, ya con la certeza de poder depositar todo su fúnebre pánico en las manos de aquel mago para que lo transformara en energía positiva.
El hombre se aproximó a la diva y la contempló con una media sonrisa.
-Lo de siempre, ¿verdad? –preguntó con dulzura.
Simonetta asintió con los ojos húmedos.
El doctor le puso una comprensiva mano en el hombro.
-No se preocupe –le dijo casi en un susurro-. Aplicaremos la terapia de choque, ¿de acuerdo?
La artista volvió a mover la cabeza en señal afirmativa.
-Yo le diré cuándo –puntualizó Simonetta, y añadió emocionada-. Gracias.
El psicoanalista le guiñó un ojo en señal cómplice y esperó junto a ella el momento preciso para actuar.
Casi cuatro minutos después, Simonetta inició unas lentas inspiraciones y exclamó:
-¡Ahora!
De inmediato, el psicoanalista dio un brusco empujón a la diva para que entrara en el escenario sin tener en cuenta esa imaginaria línea divisoria que separa el miedo del valor. Como en otras ocasiones, Simonetta Rescoldi reaccionó, dejó atrás angustias atenazadoras y dejó fluir su interpretación con la genialidad que la caracterizaba.
Y mientras el psicoanalista se deleitaba con la magnética belleza de su voz, pensaba en cuántas personas pierden la oportunidad de mostrar al mundo su valía al no ser capaces de dar el paso definitivo por sí mismos o al no tener al lado la mano amiga que le dé ese a veces tan necesario empujón.
28 comentarios:
Pues dicen que un miedo parecido es el que atenazaba la voz de un muy querido tenor de la autora...
Menuda terapia, es raro que funcione, yo me quedaría petrificada.
Por lo demás, es cierto, hay tanta gente que necesita un empujoncillo (pero suave, tanto que casi ni se de cuenta que está siendo empujado).
Eeeefectivamente, eso van diciendo por ahí, jeje. Pues eso, qué lástima que ese pánico se apodere de un artista con talento, ¿no?, y que otros personajillos alcancen la fama sólo porque son muy "lanzaos"...
Muchas veces, una patada en el culo es una victoria, jajaja, sobre todo para los artistas tímidos y para los gandules, que de todo hay...
Cielos, en una ocasión me vi forzado a hablar ante 500 personas, alcaldes y representantes oficiales varios.
Lo curioso es que primero dije que no, y una psicóloga, la misma persona que me había invitado a hacerlo, me dió ese empujón. Yo no pude preparar nada, me avisaron cinco minutos antes de actuar.
Gracias por traerme este recuerdo
Llego el otoño en mi patria, en tu clara primavera, quiero desearte feliz día… De la Poesía.
Besos
Ostras, pero no me dejes así, en ascuas...! ¿Al final salió todo bien?
Gracias por tu visita y por tu comentario! Un saludo!
Qué alegría
recibir tu visita
en el día de la poesía.
Un beso.
Un psicoanalista empírico. Menos pastilitas psiquiátricas y ¡Más coraje! APLAUSOS a Simonetta que se atreve a declarar .!Necesito Ayuda!!!
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Necesitamos más Simonettas y más psicoanalistas que den empujones!
Que interesante reflexion.
Un empujon a tiempo, puede ser la salvacion
Un abrazo
!ay la pobre... viviendo entre empujones, y nunca mejor dicho!, ¿y no sería mejor que se buscara a un psicoanalista argentino que la convenciera con hermosas palabras? jajajaja
Pero sí, tienes razón: un empujón a tiempo, mano de santo... o hablas, o callas para siempre jajaja
Mil besitos gordotes
Eso sí, depende de quién te lo dé, hacia dónde y con qué intención, jajajaja!
Un abrazo.
Te diré que sí, que psicológicamente le va de perlas, pero que... tiene la espalda hecha polvo, jajajaja!
Bueno, te dejo, que es la hora de mi empujón para empezar el día, juajuajua!!! Muchísimos besos recién levantados!!!
Buenos días de empujones tan necesarios.
Todos necesitamos un estímulo de alguien en quien confíamos y seguramente todos debemos darlo a quienes confían en nosotros.
Bueno, que al final uno siempre tira para adelante. Se puede y merece la pena hacerlo.
Besósculos mañaneros.
Creo que tan positivo es ser a veces el empujando como el empujador. Significa que existe verdadera complicidad. Un besósculo empujósculo desde cierta ciudad de deliciosos bocadillos estacionales. Mua.
ROMANTICISMO A TOPE.......DE PIEDRA ME HE QUEDAOOOO....ABRAZOS....
Me gusta mucho el relato y francamente muy aleccionador.
salu2:
Eso es que me estoy volviendo vieja, jajajaja!
Un abrazo y buen fin de semana!
Seriecito, muchas gracias por haber pasado y haber dejado tu comentario! Te espero cuando quieras.
Un saludo!
Si, terapia que te lanza al escenario, pero también a una codependencia de alguien de cabeza gris... soluciones engañosas para situaciones engañosas, ¡la vida misma! -me ha gustado :D
Muy bueno. Me dejaste reflexionando. Gracias.
Sin palabras. Gracias!
Eso, eso...¿Qué pasaría si muriera la cabeza gris?
Siempre encantada de recibir tu visita!
Un beso... y adelante! :-D
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